LOS 2 PARTOS DE ALBA

LOS 2 PARTOS DE ALBA

Antes de quedarme embarazada por primera vez ya soñaba con un parto natural, me había
informado y me hubiera gustado que fuera en casa, pero mi pareja no lo veía nada claro, y yo
sola no podía cargar con la responsabilidad de la decisión, así que decidimos que buscaríamos
un hospital dónde respetaran al máximo el proceso de parto natural (pocas intervenciones,
protocolo de parto natural, hasta tenían sala con bañera, piel con piel, etc.) y que buscaríamos
una doula para que yo me sintiera más segura y acompañada. Tenía muchas ganas de parir,
pero al mismo tiempo me daba un miedo terrible llegar al hospital y no conocer a quien iba a
atendernos.

Naür decidió nacer a las 39+5 semanas. Estuve en casa con mi pareja y mi doula durante 15h
con contracciones irregulares pero cada 10-5 minutos. Al llegar al hospital estaba sólo de 1 cm.
Monitores, tactos, cambios de habitaciones, por fin me llevaron a la sala de partos de 4’5cm
(con bañera, ¡yuhu!). A las 4h del ingreso consideraron que no estaba dilatando
suficientemente rápido y me empezaron a insistir en que tenían que ponerme la epidural y
oxitocina para acelerar el parto, ya que según ellas se había parado. No soporté la presión y
accedí al cabo de un rato, entre lágrimas de rabia e impotencia. Adiós parto natural.
Epidural, oxitocina, monitores continuos, posición de litotomía, me rompen la bolsa, me subió
la fiebre, me pusieron antibiótico, me amenazaron durante horas “no dilatas, si a las 8 no has
avanzado… pensaremos en cesárea”. A las 8, me hizo un tacto la comadrona antes de cambiar
el turno, ¡6cm! Llegó la ginecóloga, me hizo un tacto, estaba de 4,5cm. ¡Ni de broma! ¡Yo
estaba de 6 hacía 10 minutos! Supliqué que no podía ser, y me volvió a mirar, “¡ah no, pero si
ya estás de 8cm!” Estaba incrédula y alucinando por lo que acababa de pasar, pero también
muy contenta porqué parecía que me libraba de la cesárea. El expulsivo fue corto, unos 20
minutos, en litotomía, totalmente dirigido, la comadrona intentó ponerse encima de mi
barriga con su brazo (una Kristeller), la empujé y le dije que ni de broma me la hacía.
¡Luchando mientras paría…! El personal iba diciendo que el niño era muy grande y yo iba
suplicando que no me cortaran. Salió la cabecita, llevaba vuelta de cordón y se lo cortaron. Un
pujo más y nació mi hijo. ¡Lo conseguimos! Me lo pusieron encima al momento, piel con piel.
¡Es precioso y se parece mucho a su padre! Pesó 3’800kg. A los 2 minutos lo cogió la
comadrona, le cuesta un poco respirar y se lo llevan. Se me parte el corazón, llorando sin
parar, suplicando que alguien me dijera si estaba bien o no. Por fin llegan con el bebé. Está
bien. Y yo me encuentro dando las gracias a la ginecóloga por haberme dejado parir
vaginalmente.

A las 24h entró una comadrona en la habitación. Algo en los análisis no estaba bien y se lo
llevaban a neonatos. Tuve que discutirme con ella porqué quería ir con él hasta neonatos. En
neonatos no me dejaron entrar, se ve que durante el ingreso no podía estar presente, me
dijeron que volviera al cabo de 1h y media. Se me caía el mundo encima. El día más feliz de mi
vida era a la vez el peor de mi vida. Nadie me explicó nada de nada hasta al cabo de 1h30,
resultó que tenía una posible infección i necesitaba antibiótico. Le habían hecho análisis,
punción lumbar, punción suprapúbica para sacarle orina (¿no podían esperar a que hiciera un
pipí cómo hacen en otros hospitales?). De todo esto nos enteramos al cabo de 4h. La sensación
de ser el último mono fue terrible. ¡Era mi hijo, me lo quitaron de las manos, no me dejaban
estar con él y no me explicaron con antelación lo que iban a hacerle! Esta situación me
provocó una desconfianza enorme. En neonatos estuvimos 6 días. A mí me dieron el alta a los
3 días. Recién parida, me pasaba el día y la noche en una butaca reclinable. Tuve que
discutirme e insistir mucho para darle el pecho, la comadrona en neonatos me decía que solo
podía darle 10 minutos de cada pecho y después suplemento en biberón. No quería dejarle

sólo ni para ir a comer, no confiaba, no nos habían tratado bien. Pero al darme el alta todos
insistían en que tenía que ir a casa a dormir unas horas, que él estaría bien cuidado y yo
necesitaba descansar. Moría por dentro saliendo del hospital, mi hijo tenía 3 días de vida, y lo
dejaba sólo, y yo me iba sola a casa, y dormir no dormí nada. Me costó mucho perdonarme
haberle dejado esas 3 noches. Tanto que en la recta final de mi segundo embarazo tuve que
pedir ayuda psicológica porqué la culpa aún era tan grande que sentía que no podía volver a
parir. Al cabo de 6 días nos dieron el alta, y mi bebé estaba sanísimo, al final por suerte no
tenía ninguna infección.

Después de ésta experiencia tenía claro que mi segundo hijo nacería en casa, si todo iba bien,
claro.
Y llegó el segundo embarazo. Ya no necesitaba que mi pareja estuviera de acuerdo, aunque lo
estaba. Iba a tener un parto en casa sí o sí. No quería que la suerte de encontrarme un equipo
respetuoso en el hospital decidiera mi parto, no quería ir con miedo a que me metieran prisas
para parir, no quería volver a tener la sensación de que podría haberle evitado la semana en
neonatos a mi hijo si mi parto no hubiera sido tan intervenido. Era muy consciente de que algo
podía torcerse y acabar yendo al hospital, es más, me daba mucha seguridad que la casa
dónde pariría estuviera a 3 minutos andando de uno, pero quería asegurarme de pisarlo sólo si
fuera realmente necesario.
Confiaba plenamente en mis comadronas. Ellas no pondrían nunca en peligro mi vida ni la de
mi hijo, ellas me daban la seguridad que necesitaba para poder parir en paz. El embarazo fue
muy bien, aunque a nivel emocional fue muy intenso. Tenía miedo de no poder, pero las ganas
de parir eran mucho más fuertes. Pensé que no llegaría a las 40, y llegué, y a las 41. Se me
hacía largo, tenía un barrigón enorme, y no podía parar de pensar que el bebé era muy grande.
Me hice los controles en la SS y en ningún momento me hablaron de bebé grande, era sólo mi
intuición (y mi enorme barriga).
A las 41+3 me puse de parto. ¡Estaba feliz! Disfruté de las contracciones durante horas. Pero
hubo un momento en que se me empezó a hacer largo, parecía que algo se estancaba, pero el
ánimo y confianza de mi pareja y de las comadronas en que yo era capaz de parir me daban
fuerzas. Y llegó el expulsivo, fue largo, y muy duro. Recuerdo sentirme vencida y decir “Vamos
al hospital, no puedo más.”, mi pareja me dijo que aguantara 5 contracciones más, si no nacía
entonces nos íbamos al hospital. Accedí, y en el siguiente pujo bajó el bebé, ¡ya podía tocar su
cabeza! El aro de fuego, me partía en dos, pensaba en los vecinos (¡qué tontería, pensar en
ellos en ese momento!), y salió su cabecita. En la siguiente contracción el bebé no se movió, la
comadrona me miró fijamente y me dijo “¡A cuatro patas, YA!”, me giré en medio segundo, y
en la siguiente contracción entre las dos comadronas desencallaron los hombros de mi hijo
con la maniobra de Gaskin, salió y ya lo tenía encima. ¡Lo conseguimos! Mi bebé, resbaladizo,
gordito, con los ojos abiertos, mirándome. No podía ser más feliz. ¡Todos llorando de emoción!
Se le habían encallado los hombros en mi pelvis. Distocia de hombros severa. Lo pesan, y…
¡4’570kg! Y yo peso unos 47kg… A las 2h vieron que le costaba respirar y me dijeron que
debíamos ir al hospital. No me lo podía creer, nos llevaron en ambulancias separadas, nos
ingresaron separados, el shock fue brutal… Estuve una hora sin verle, y aunque el papá no se
separó de él ni un milisegundo, yo no podía soportarlo.
Estaba destrozada, se me volvía a caer el mundo encima. ¡Otra vez! ¿¡Por qué a mí dos veces,
por qué!? En la ambulancia no paraba de decirles que no tenían corazón, ¿qué clase de
personas separan a su madre de su cachorro apenas horas de nacer sin ninguna razón

coherente? Me invadían la rabia y la impotencia. No podía dejar de pensar en mi hijo mayor,
de apenas 2 años y medio, que estaba con los abuelos dando un paseo.
En el hospital esperaba reproches y malas maneras por haber parido en casa. En general
fueron muy amables, y esto ayudó a que me tranquilizara. Aunque algún “queréis parir en casa
y luego pasa lo que pasa” me llevé.

La verdad es que todo me daba igual, sólo quería estar con mi bebé. Al verle en la incubadora
con los tubos de oxígeno y la sonda me invadió la culpabilidad, y pensé que debería haber
parido en el hospital con cesárea, así él no estaría sufriendo en esa caja, lejos de mí, ni yo lejos
de él. La culpa me duró unos días, iba y venía. Le diagnosticaron taquiapnea, le había quedado
un poquito de líquido en un pulmón. Luego me dijo una pediatra del Cap que las taquiapneas
suelen darse en bebés grandes, cómo él, o en cesáreas, y esto me tranquilizó y la culpa se
volatilizó. Estuvo 24h con oxígeno y con sonda. No pude darle el pecho hasta entonces.
Cuando me dejaron cogerlo por primera vez, era evidente que sus constantes mejoraban, pero
al poco rato me dijeron que debía dejarlo en la incubadora otra vez porque “se cansaba”. Otra
vez, recién parida, sentada en una butaca con un mareo y un dolor de espalda horrible. Las
primeras 24h no me moví de su lado.
Fue muy duro para mí estar tantas horas separadas de mi hijo mayor que tenía apenas 2 años
y medio y aún le daba la teta, para dormir la siesta y por la noche. Nunca habíamos estado
tanto tiempo el uno sin el otro. Yo me quedaba en el hospital, recién parida, de 6 de la mañana
a 22h de la noche, en una butaca reclinable. Al mediodía venía mi pareja a estar con el bebé y
mis padres me traían al mayor, comíamos juntos en la sala de espera y le daba teta para
dormir la siesta, después volvía a entrar y me quedaba con el bebé hasta las 22h, que volvía mi
pareja para quedarse toda la noche en la butaca y yo me iba a dormir con el mayor. Era
horrible la sensación de abandonar al pequeño de noche y al mayor durante el día…
El bebé estaba bien, sólo necesitó 24h de oxígeno para ayudarle a eliminar un poco de líquido
que le había quedado en el pulmón, aunque por protocolos hospitalarios no nos dejaron salir
hasta que empezó a recuperar peso (¿dije que nació con 4’570kg, verdad?)
Así fueron los 4 primeros días de posparto. Muy lejos de lo que había imaginado.
No es justo ni natural que bebés recién nacidos que tienen problemas de salud deban estar
separados de sus madres. Porqué una mujer recién parida no puede estar 24 horas sentada en
una butaca entre dos incubadoras. Porqué nos dan el alta a nosotras y nuestros bebés se
quedan ingresados, sin tener una cama a su lado dónde recuperarnos del parto- Porqué
justamente estos bebés nos necesitan muchísimo, bebés a los que hacen analíticas constantes,
están sondados, intubados, con oxígenos, rodeados de máquinas que no paran de pitar,
necesitan nuestro calor. Y nosotras necesitamos estar con ellos de una manera digna, las 24
horas del día.
Todo esto que nos ha pasado me ha ayudado mucho a crecer como madre, a luchar por lo que
creo que es lo mejor para mis hijos, y a la vez aceptar que a menudo las cosas no salen como
imaginamos o como querríamos, y que debemos aceptarlas y querernos por lo que hacemos y
decidimos, y también por lo que no hemos podido hacer como nos hubiera gustado, porqué a
veces estamos cansadas, y el posparto es duro, y la sociedad a veces no ayuda. Dar vida es lo
más increíble, y debemos luchar para que sea siempre siempre respetado y con amor, mucho
amor.



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